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"...y me detuve un momento a olerlo, olía a industrial, a modernidad, a Estados Unidos."

 

"Lourdes de 16 años era mi enemiga número uno aunque la muy cabrona -con ‬perdón- era un bellezón..."

 

 





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Queridos 60

Vivo cerca de Perpignan junto a mi esposa Clementine y mi hija Isabelle. Me confieso melómano. Me perdonaran que no escriba en català pero recibí mi educación en francés y español, aunque el catalán es la lengua de mis padres y família en general. La ciudad de Banyoles me regaló algunos de los veranos más bonitos de mi vida. Allí en casa de mi abuela Angeleta es donde tuve mi primer tocadiscos. Corrían mediados de los 6o y mi abuelo Josep Rovira, el hombre que más sabia de música en el mundo entero, me sorprendió con aquel entonces moderno artilugio. Aquel dia 7 de julio del año 1963 yo cumplia 15 años.‭

Mis padres decidieron a última hora, como siempre, celebrar una pequeña merienda con algunos niños bañolenses. Nos juntamos unos ocho, pero el invitado de honor, en mi opinión, era mi amigo Pau Ripoll de Barcelona, mi vecino preferido, hijo de un cardiólogo y una pija de la alta burgesía catalana. Éramos vecinos y hermanos de sangre desde el verano del 63. El suyo fue el mejor regalo: un disco del hijo pródigo de Memphis, Elvis Presley, con el single "el rock de la prisión". Pero la fatalidad irrumpió la felicidad de aquella tarde soleada de julio. Mi abuelo del alma Josep Rovira murió de un ataque al corazón mientras nos miraba desde el balcón principal. Elvis se quedó en silencio. De repente el tiempo se detuvo y todos le hicimos en sentido homenaje con nuestras lágrimas, odiando a Dios por tal injusticia. Por aquel entonces éramos todos creyentes.

La música nos abandonó durante semanas. Aún recuerdo a mi abuela Angeleta llamando a la puerta de mi habitación un domingo de agosto: - Cisco macu, tenemos visita, baja-. Eran mis dos primos hermanos Lourdes y Mario Rovira, hijos de Raimón Rovira y Pili Font, una pareja de hoteleros de Playa de Aro, según mi padre "nuevos ricos". Lourdes de 16 años era mi enemiga número uno aunque la muy cabrona -con perdón- era un bellezón, y Mario de 19 años se definía como estudiante de arte en invierno en la escuela Massana de Barcelona y estudiante de anatomía sueca en verano. Un sabio, sin lugar a dudas. Era mi ídolo. Pero aquella tarde me impresionó con dos cosas: en primer lugar su seiscientos color butano con tapicería blanco nuclear y en segundo lugar su nuevo peinado, un tupé a lo rocker... a lo Elvis. Aproveché la coincidencia y con mi savoir faire francés le pedí permiso a mi abuela, la reciente nueva patriarca del clan Rovira si podía estrenar por fin el tocadiscos.‭ ‬

Su respuesta fue enseguida afirmativa. Así que saqué cuidadosamente el aparato de la caja de cartón, rompí rápidamente el plástico protector, enchufé mi nuevo objeto, levanté con cariño la aguja, acaricié com mis dedos vírgenes el vinilo que Mario -impaciente ya me había preparado- y me detuve un momento a olerlo, olía a industrial, a modernidad, a Estados Unidos. Bajé la aguja y finalmente pulsé el botón on. Sonó Él con un sonido más limpio que un culo de un bebé recién nacido, aquello era rythm!! Y de repente miré a mi abuela, Angeleta, viuda de Rovira, una elegante mujer de metro sesenta, pelo color perla recogido en un moño de bailarina, bata negro azabache y cuando bajé a la altura de sus pies... sus espardeñas negras estaban bailando al compás de la música. Desde aquella tarde de finales de agosto del 63 tuve una profecía y me dije a mi mismo: -Cisco, muy pronto vamos a tener rey.

Francisco Rovira